Empiezo el día pensando que mi despertador es horrible. Cuando suena a las seis tengo ganas de gritar. A esa hora el mundo está oscuro y triste. Después de gritar, me siento en la cocina y me tomo una taza de café. En ese momento, con el café en mis manos, estoy feliz y tengo fuerzas para empezar mi rutina diaria. Me ducho, me cepillo los dientes y me visto con vaqueros y una camisa. Deseo acostarme a dormir tarde y levantarme cuando estoy relajada.

Ojalá que el despertador nunca fue inventado. ¿Estás de acuerdo conmigo que la vida es más feliz se uno se acuesta tarde y no tiene el despertador?

Cuando salgo de mi trabajo tengo que ir a comprar un nuevo despertador.  ¿Por qué? No lo sé.  ¡Adivina por qué!